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Emociones y obesidad: ¿tienen relación?

Año tras año la obesidad aumenta. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el sobrepeso como una pandemia, pues las cifras cada vez son más alarmantes, lo que repercute negativamente sobre la calidad de vida global de las personas. Un problema de salud que afecta tanto a los jóvenes como a los adultos. Pero, ¿qué relación tiene la obesidad y las emociones?

El especialista en nutrología y pediatría, Nataniel Viuniski, sostiene que probablemente hemos escuchado que una mala alimentación y el sedentarismo están entre las causas de la obesidad. Sin embargo, el doctor afirma que el sobrepeso va mucho más allá de los que estamos acostumbrados a oír, existe un factor también importante y es el estrés.

El también miembro del Consejo Consultor de Nutrición (NAB) de Herbalife, Brasil, advierte que «si se come emocionalmente, se engorda irremediablemente».

El problema reside, según, Viuniski, «en que inconscientemente aprendemos que por estímulos orales manejamos nuestro vacío interior».

Viuniski insiste en que el ser humano es entrenado o educado a manejar sus emociones por la boca desde la niñez. Por ejemplo, cuando un bebé llora lo primero que hace su madre es darle mamadera, ya que relaciona la comida con el alivio del malestar.

«Es ahí donde está la raíz en la programaciones neuronales que aprendemos desde la infancia», dice el profesional.

No obstante, opina el médico que hay una explicación neuroendógenas que crea este tipo de hábito de comer cuando no se tiene hambre. Según, Viuniski el neurotransmisor que nos da saciedad se llama serotonina.

Cuando una persona come alimentos porque está muy alterada emocionalmente, inconscientemente aumentan todos sus niveles de serotonina.

Por otro lado, el facultativo que cuando una persona no duerme bien, que está inquieta, preocupada, que tiene situaciones de enojo y ansiedad, aumenta la producción de una hormona llamada cortisol, que no es más que una hormona esteroidea producida por la glándula suprarrenal. «Estas se liberan como respuesta al estrés, y es igual que la insulina que son hormonas del hambre», añade.

Lo que quiere decir que si estamos de buen humor y tranquilos es más fácil que nuestra alimentación sea adecuada. Y cuando nuestro estado de ánimo es negativo, las sensaciones que lo acompañan pueden propiciar un refugio en la comida.

Hambre física vs. hambre emocional

El profesional enfatiza que es posible identificarlas. El hambre verdadera se presenta poco a poco y avisa al cuerpo con señales como: dolores de cabeza, dolor de estómago, fatiga, temblor en las manos. Una vez que comas y te sientas satisfecho, dejas de comer. Mientras que el hambre emocional aparece súbitamente como respuesta a un estímulo visual o cuando se quiere comer algo específico, por ejemplo: pizza, dulce, chocolate, helado. Por ende, esta reacción se vuelve peligrosa para el peso corporal y la salud cuando se convierte en hábito.

Muchas veces tenemos ansiedad por no hacer correctamente las comidas a lo largo del día. El simple hecho de ordenar y comer de forma adecuada reduce esa sensación. Como consejo, Viuniski propone comer seis comidas. Tres principales y tres saludables. A esto le tenemos que añadir el ejercicio regularmente.

Fuente: www.panamaamerica.com.pa

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