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«Disminuyó el reflujo y no he vuelto a subir de peso»

El año 1999, y después de meses de dolor de estómago y un montón de exámenes, me diagnosticaron reflujo interno. Para que se hagan una idea, es como tener acidez constantemente, pero como era interno yo no lo sentía. Sólo comencé a sentir dolor cuando ya el daño era orgánico y mi esófago estaba sumamente afectado.

Comencé diferentes tratamientos con dietas y remedios. Partimos por eliminar las cosas típicas: café, coca cola, limón y ají. Años después ya no podía comer ningún tipo de granos, lácteos, y al cabo de 10 años, prácticamente lo único que toleraba mi esófago eran las pastas, ya que sólo ellas pasaban sin dolor.

Después de haberme hecho cliente frecuente de los omeprazol, nexium y un cuánto hay de remedios, decidí que operarme era la única opción que me quedaba. Fue así como el año 2012 entré a pabellón, y por fin la esperanza de llevar una vida normal se avizoraba.

La dieta a la que me sometí producto de la cirugía es básicamente igual que la de pacientes con cirugías bariátricas. Papillas, pocas cantidades de comida, tomar agua lento; y en mi caso, ningún tipo de frutas o verduras cítricas, para que el esófago se sanara completamente.

Luego de unos meses, había bajado cerca de 20 kilos y felizmente ya no tenía ninguna molestia. Todo apuntaba a que fue la mejor decisión que había tomado. Empecé a comer comidas que hacía mucho tiempo que no probaba, incluso que se me habían olvidado que existían, como por ejemplo las lentejas, las que siempre me han encantado y que las había tenido que dejar completamente de lado, porque comerlas era un sufrimiento.

Todo iba perfecto, un éxito. Hasta que en junio del año pasado quedé embarazada y comenzaron las molestias nuevamente. Lo que al principio pensé que era acidez propia del embarazo, se transformó rápidamente en un regreso del reflujo, pero esta vez externo. Es decir, sentía una quemazón constante todo el día y toda la noche. A medida que mi embarazo avanzaba, las molestias iban incrementándose.

Mi guagua ya tiene 2 meses y medio, y si bien el reflujo ha disminuido, no ha desaparecido por completo. Consulté con un gastroenterólogo y me dijo que es muy probable que nunca desaparezca nuevamente, y que soy candidata segura a seguir tomando remedios de por vida. Existe la posibilidad de otra cirugía, pero no sé si quiera someterme a una nuevamente.

Lo único realmente positivo de la operación del 2012, es que después de 3 años no he vuelto a subir de peso. Mi embarazo fue sumamente sano, y todos aquellos temores como la diabetes gestacional, no se desarrollaron, ya que mi peso actual, el IMC, el colesterol, la glicemia y todos esos índices de salud que son fundamentales, estaban en excelente rango y se mantuvieron así las 38 semanas de gestación.

Hoy sólo espero que el reflujo siga disminuyendo, y que el haber sido mamá no influya en poder seguir manteniendo el peso en el que estoy actualmente. Sin duda haberme operado fue una excelente decisión tanto médica como estética, de la que no me arrepiento en lo más mínimo. Recomiendo que en casos donde la salud se vea afectada, sea una opción a considerar pero no sólo por vernos más flacas, sino por sentirnos más sanas.

A pesar de todo lo que conté anteriormente, considerando que yo volvería a tomar la misma decisión de nuevo, y teniendo varias amigas y conocidas que se han sometido a una; creo que no todas las personas están preparadas para enfrentarse un post operatorio de cirugía bariátrica y aún más, a verse con 20 o 30 kilos menos. Increíblemente me ha pasado (sobre todo con mujeres) que me he encontrado con que estando regias, sanas, pudiendo usar la ropa que quieran y el corte de pelo que más les plazca, se sienten disconformes y desarrollan problemas de autoestima, depresiones y crisis de adaptación, lo que se suma a un entorno que no siempre está preparado para vivir con una persona operada y que necesita cambiar su estilo de vida desde adentro hacia afuera.

Esto último es lo que me hace pensar que además de tomar una decisión médica relacionada con lo físico y orgánico, no debe dejarse de lado la parte psicológica de los pacientes, aspecto bien poco considerado en los casos que yo conozco.

Testimonio Ignacia Barros, 33 años.

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