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El paso previo a la epidemia silenciosa de los trastornos alimenticios

¿Qué tan común es escuchar frases como «me porté pésimo” o “rompí mi dieta»?  

Seguramente la misma cantidad en que las mujeres han interpretado el «chipe libre» como la oportunidad de disfrutar de cualquier alimento sin restricciones. Aunque estas expresiones pueden parecer habituales, subyace un entendimiento implícito de que se ha cruzado una línea o se ha quebrantado una regla, lo que lleva a creer que se debe corregir el error.

Esta carga, que a menudo es malinterpretada como falta de fuerza de voluntad o control, termina por inducir sentimientos de vergüenza y culpa.

“Los sentimientos y la comida suelen ir de la mano. Pasa casi desapercibido porque está muy normalizado y cada vez que comemos lo relacionamos con sensaciones negativas y pudiendo llevar a consecuencias como sentirse culpable por comer.

Por esto, es importante saber que para el ser humano alimentarse es una conducta social en la que se integran aspectos culturales, educativos y hasta mediáticos”, explica Bárbara Álamo, experta en alimentación cetogénica y organizadora de Keto Stgo, a realizarse el próximo 11 de noviembre en Convention Center & Evento Center Santiago.

De hecho, según el último estudio publicado en Sustainability, esta sensación se trata de un sentimiento de malestar emocional producido justo después de la propia ingesta de alimentos que se consideran no saludables, siendo la culpa menor frente a comidas más nutritivas.

“En este sentido, la crianza desempeña un papel crucial, porque las niñas deben ser testigos de modelos maternos que se alimenten con tranquilidad y adopten una dieta equilibrada y variada que promueva la salud. Además, el ambiente de crianza debe fomentar una relación saludable con la comida real, sin un enfoque excesivo en el azúcar”, comenta Álamo. 

De acuerdo a la experta, “es imperativo que las mujeres aprendan a valorar la salud por encima de las expectativas de belleza impuestas por la sociedad. La satisfacción con su cuerpo no debe depender exclusivamente del número en la balanza. El placer de comer también debe ser promovido, pero de manera consciente y ocasional, evitando que se convierta en un mecanismo de escape constante y hasta en un trastorno”. 

La culpa es considerada una emoción negativa que nace de la creencia o sensación de haber traspasado las normas éticas personales o sociales. Por lo tanto, surge ante una falta que se cree haber cometido y busca hacerlas conscientes para facilitar los intentos de reparación. “Siguiendo esa lógica, existen alimentos que, con el paso de los años, hemos aprendido a asociar a algo negativo. Claro, también están aquellos que contienen componentes que pueden volverse dañinos para la salud”, dice la fundadora de Keto Santiago.

La educación es la base para mejorar esta relación y liberar a las mujeres de la culpa y la ansiedad que a menudo rodean el acto de comer. Por ello se necesita un enfoque que aborde múltiples factores, que vaya desde el hogar hasta la influencia de los estereotipos y las redes sociales.

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