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El hambre emocional: ¿son las mujeres más comedoras emocionales que los hombres?

La acumulación excesiva y general de grasa en el cuerpo es una patología en expansión, al punto de convertirse en un serio problema de salud pública. Detrás del fenómeno, según especialistas, hay razones emocionales.

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) “la obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial”, que ya no sólo afecta a países de altos ingresos, sino a los de ingresos bajos y medianos.

El sobrepeso y la obesidad son el quinto factor principal de riesgo de defunción humana en el mundo. Por su causa cada año fallecen por lo menos 2,8 millones de personas adultas.

Lo que se acumula bajo la capa de la piel es una cantidad de energía estancada, que no se va a usar. Como consecuencia se pueden producir diversas complicaciones, como son la hipertensión arterial, la diabetes mellitus y las enfermedades coronarias.

Desde el mundo de la psicología y la psiquiatría se viene sosteniendo, en tanto, que el estado de ánimo está muy relacionado con la manera en que uno come. La alegría, el enojo o la tristeza influyen, así, en la alimentación diaria.

Además, según el informe, hay diferencias de género a la hora de atacar la heladera. Mientras las mujeres comen dulces, y lo hacen por tristeza y ansiedad, los hombres “pican” movidos por la ira.

Muchas veces la necesidad de consumir alimentos no está guiada por razones físicas sino por cuestiones psicológicas. “Hambre emocional”, así se define la tendencia por la cual se ingieren alimentos para calmar la ansiedad o como consuelo.

Una encuesta del Centro Médico Dra. Katz, por ejemplo, revela que el 74% de los consultados asegura que necesita canalizar la ansiedad diaria a través de la comida.

Además, según el informe, hay diferencias de género a la hora de atacar la heladera. Mientras las mujeres comen dulces, y lo hacen por tristeza y ansiedad, los hombres “pican” movidos por la ira.

“Lo que pudimos observar es que las mujeres son más comedoras emocionales, tienden a usar la comida como una forma de regular las emociones. Pero al mismo tiempo, es el hombre el que tiene comportamientos más desordenados, con porciones excesivas y grandes atracones”, explica Mónica Katz, médica especialista en nutrición y directora del estudio.

La forma de comer está condicionada por el cerebro emocional. Según psicólogos, desde temprana edad los padres premian y castigan en base a la comida y, por eso, el cerebro registra esa información y la utiliza para medir cuánto come dependiendo de su estado de ánimo.

El problema es que la comida no puede ser un mecanismo para regular las emociones porque genera trastornos en la conducta alimentaria y en algunos casos se llega a cuadros de obesidad o de anorexia.

Por otro lado,  en el mundo científico se empieza a ver al estómago como un “segundo cerebro”. Se ha descubierto toda una red neuronal de alrededor de cien millones de neuronas en el conducto digestivo.

 De esta manera,  el sistema digestivo actúa como un rudimentario cerebro emocional donde cabe especular que tiene hambre de amor, de atención y de ternura, que lo satisface con exceso de alimento.

Cuando la comida satisface requerimientos de índole mental, asociados por ejemplo a angustias, miedos, fracasos o enojos, cuando efectivamente funciona el “hambre emocional”, indefectiblemente comemos mal y elevamos el contenido de grasas en nuestro organismo.

Fuente: http://www.eldiaonline.com

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