Acumular grasa abdominal eleva riesgo de hipertensión
El exceso de grasa abdominal no solo es un problema estético. Es también un problema de salud. Y muy grave. La acumulación de grasa en la barriga provoca directamente hipertensión, ya que las arterias y venas se vuelven más rígidas y la grasa las obstruye haciendo que la circulación sea más densa y lenta. Aumenta el riesgo deinfarto y de ictus cerebral, derivado de la hipertensión y de la presión que sufre todo el sistema circulatorio. E incrementa el riesgo de diabetes, ya que nuestro cuerpo empeora el metabolismo de los azúcares y la creación de insulina que regula los niveles de azúcar en sangre.
Pero un reciente estudio publicado en la revista Heart ha venido a sumar otro peligro. Según este trabajo, las personas con obesidad abdominal son más propensas a sufrir una parada cardiaca inesperada. El estudio revela que con un índice de masa corporal (IMC) elevado, el sujeto aumenta en un 34% su riesgo de muerte súbita, pero si es el índice cintura/cadera (ICC) el que está elevado, el riesgo se multiplica por dos. «Queda claro entonces que la presencia de grasa en la zona central del cuerpo es mucho más relevante que en otras partes del organismo, por lo que es recomendable utilizar este índice en el cálculo del riesgo de los pacientes», explica el doctor Ángel Moya, expresidente de la Sección de Electrofisiología y Arritmias de la SEC.
El ICC se calcula dividiendo el perímetro de la cintura de una persona por el perímetro de su cadera. Se considera obesidad abdominal cuando este valor es superior a 0,8 en mujeres y a 0,95 en hombres. Y este es el motivo por el que en las consultas, la báscula está dejando paso a las cintas métricas. Porque a la vista de este estudio de Heart y de otros similares en la misma línea, es incluso más peligroso tener una barriga prominente que ser obeso. Como término medio, los valores de corte para empezar a tomar medidas se sitúan, en Europa, en 94 centímetros en varones y en 80 en mujeres.
«En la llamada obesidad abdominal u obesidad visceral, la grasa se distribuye de manera preferente en el abdomen, rodeando las vísceras -el intestino, por ejemplo-, infiltrándose en órganos que habitualmente no contienengrasa, como el hígado o el páncreas, o en el músculo – explica la doctora Irene Bretón, del área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición-. Este tipo de tejido adiposo tiene unas características diferentes, segrega hormonas y moléculas que modifican el metabolismo hepático,aumentan la resistencia a la insulina y se asocian con un mayor riesgo de diabetes, hipertensión y de enfermedades cardiovasculares ».
En este sentido, otra reciente -y contundente- investigación de la Clínica Mayo de Rochester (EE.UU.), publicada en Annals of Internal Medicine, demuestra la incidencia de la acumulación de grasa abdominal en el riesgo de muerte prematura, incluso en aquellas personas que se considera que tienen un peso normal. Los ahora conocidos como ‘fofi sanos’. Que el ICC se haya convertido en un estándar para medir el riesgo cardiovascular no quiere decir que haya que olvidar que el Índice de Masa Corporal (IMC) sigue siendo válido para detectar la obesidad, y que esta sigue siendo un grave problema de salud con consecuencias mortales.
Por otro lado, no hay que olvidar que no solo engordamos hacia fuera; también hacia dentro, lo que afecta a los órganos internos y nos pone en riesgo. En ese sentido, es muy útil el concepto de ‘grasa abdominal’, como señalan los doctores Francisco López- Jiménez y Mery Cortés-Bergoderi, de la Clínica Mayo, en el artículo Obesidad y Corazón para Revista Española de Cardiología: «La obesidad central generalmente se refiere al incremento de grasa abdominal.
Sin embargo, algunos investigadores han señalado que también se refiere a la disposición troncal o axial de la grasa, que incluye grasa visceral y subcutánea del abdomen,el tórax y los segmentos proximales de las extremidades superiores». Unos buenos ‘hábitos antigrasa’ harán que su acumulación en nuestro organismo desaparezca y, con ella, la posibilidad de problemas graves para nuestra salud.
¡GRASAS FUERA!
COMIDA SANA
La alimentación es básica. Debe ser escueta, sana y equilibrada, con presencia de frutas, verduras y cereales, con las suficientes proteínas y con un reducido aporte de grasas e hidratos de carbono. Entre las pautas saludables, cenar tres horas antes de acostarse y tomar, al menos, dos litros de agua al día.
MOVIMIENTO
El sedentarismo hace que la grasa se aloje en el abdomen. Una serie de ejercicios moderados combinada con algunos más intensos la reducirá. Empiece por la clásica bicicleta en el suelo o, con las rodillas flexionadas, levantar la parte superior del tronco hasta notar que el abdomen se pone tenso. Por suerte, hay cada vez más formas de dar sabor a los platos, ya sean especias, cítricos como el limón o sales tratadas para disminuir su contenido en sodio. Porque está claro que la sal nos hace retener líquidos y estos, ganar peso. Limite la ingesta de sal a 5 gramos al día, como aconseja la OMS.
MÁS VITAMINA C
Los alimentos que la contienen hacen que el cuerpo genere L-carnitina, una molécula quemagrasas. Los cítricos, los kiwis y ciertas verduras -como los pimientos, los tomates o las espinacas- son muy recomendables para conseguir unos buenos aportes diarios de vitamina C.
RELAX
Cada vez son más los estudios que indican que dormir menos de seis horas dificulta la eliminación de grasas. Lo mismo sucede con el estrés: cuanto menor es, más fácil será el objetivo de reducir grasa, ya que así se reduce el cortisol, la hormona que contribuye a formar acúmulos de grasa.
Fuente: Finanzas.com
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